Platicando con amigas, mamás de niños grandes y pequeños, nadie ha viajado sola. Típico que viajan en familia, en pareja, de trabajo o con amigas, pero sola, sola, nadie. Cuando les conté mi experiencia, me veían raro, como loca, como que por qué se me ocurría hacer algo así. Pero cuando les conté mi experiencia, vieron que no era mala idea, al contrario, era tener algo que no han vivido! Varias se apuntaron para después hacer lo mismo. Y es que es poco probable que alguien con familia (esposo e hijos), piense en viajar sola. Yo lo hice, y lo hice y lo volvería hacer!
Por coincidencias de la vida, me invitaron a participar en una conferencia en Miami. No era de mi oficina y era un viaje donde no iba con nadie conocido. Al principio no me imaginaba allá sin nadie. Luego pensé que me vendría bien un viaje sola, sin esposo y sin hijos, sin horarios que cumplir, sin estrés. Así que me organicé para quedarme unos días más en Miami en cuanto terminara mi evento. Me despedí de mi esposo e hijos con cierta nostalgia, pero a la vez, con esa adrenalina de la buena. Iba muy emocionada al viaje, ya que era algo totalmente mío y debería disfrutarlo.
Lo bueno empezó desde el vuelo. ¡Qué maravilla tener millas de aerolíneas! #Aeromexico increíble! con un buen upgrade a business. Me encanta cuando me toca de los aviones nuevos, voy con todo lo que necesito a la mano y los viajes son mil veces más disfrutables. Si puedo, veo alguna película nueva que no haya visto o bien, alguna que me guste repetir.
Llegando a Miami, pido mi #uber y voy admirando el camino como con ojos de libertad y asombro. Después de haber terminado mi evento y de cumplir con lo que tenía que hacer, ahora sí, veo con otros ojos el hotel. Me instalo y me pongo cómoda. ¡Lista para salir! Reviso nuevamente mi research de tiendas a donde quiero ir, con mapita, checar los puntos walking distance del hotel. Aquí es donde mis habilidades de logística y organización toman sentido.
Camino lo que puedo para conocer y vivir las callles y pido uber para llegar a distancias más largas. Recorro las tiendas con total libertad, viendo, tocando, oliendo, comprando, disfrutando! No tengo esposo que me diga que ya se aburrió o niños cansados que ya se quieren ir. Y no es de que compres y compres, es el hecho de poder ver a tu antojo todo lo que quieras, a tus horas. Si se pasó la hora de la comida, no te importa. Es más, ¿quién piensa en comer cuando puede ver tiendas, ver novedades, cosas que no ves normalmente?
A lo mejor al paso de unas horas y cuando te das cuenta que ya es tarde, piensas que debes comer algo. ¿Por qué no te das el lujo de buscar algo que tengas antojo? Llegas al restaurant y pides con toda calma. Nuevamente sin nadie que te presione de que no sabes qué pedir. Disfrutas la comida y bebida, sabe a paz, a calma. Y no te sientes mal, porque también has buscado cosas para tu esposo e hijos, así que tú estás haciendo algo por la familia, lo disfrutas.
En tu hotel, descansas. Tomas un baño delicioso, con calma. Prendes la tele, te acuestas en la cama y te relajas. Eso sí, hablas a casa para ver que todo esté en orden, checar que tus hijos y esposo estén bien. ¿Cómo les fue? ¿Comieron bien? ¿Ya cenaron, se bañaron? Una vez que sabes que todo está en orden, estás lista para dormir como angelito. Sabes que esa noche, la cama será para tí sola y que no tendrás niños o esposo que te quiten la cobija o te despierten a media noche. Planeas tu itinerario del día siguiente emocionada de los lugares que visitarás. ¡Será un gran día!